La imposibilidad de procurarse las cantidades de materiales fisibles necesarias para la fabricación de un artefacto explosivo fue, durante mucho tiempo, la mejor garantía de que un Estado respetaría sus compromisos políticos. Ahora bien, ese cerrojo técnico se ha vuelto mucho más frágil después de las transformaciones ocurridas durante las tres últimas décadas. Los progresos logrados en el uso de nuevos materiales han permitido enriquecer el uranio por centrifugación, una técnica mucho más propicia al disimulo. La deslocalización industrial ha dado a varios países acceso a técnicas avanzadas, con la que no podían contar hace 25 años.
La aparición de redes de traficantes, cuya actividad es muy difícil de detectar, ha facilitado el desarrollo de programas nucleares clandestinos, como lo han mostrado los ejemplos de Irak, Irán y Libia. Siguiendo el modelo de las empresas multinacionales, esas redes utilizan una división internacional del trabajo muy avanzada, que les permite escapar a (...)