El 3 de agosto de 2005, un golpe de Estado derrocaba al presidente mauritano Maaouiya Ould Sid’Ahmed Taya, cuando regresaba de los funerales del rey Fahd, en Arabia Saudí. Con el declarado propósito de poner fin a un desvío “totalitario” y restablecer en el país una verdadera democracia, los 17 golpistas del Comité Militar para la Justicia y la Democracia (CMJD) anunciaron su intención de no permanecer en el poder más de dos años. El 7 de agosto, instauraron un gobierno de transición formado por civiles. El nuevo régimen disolvió el Parlamento y se comprometió a conducir una transición que debía desembocar, en menos de 24 meses, en “elecciones democráticas y abiertas a todas las tendencias políticas”.
La posición del ejército, recibida con alivio por la población pero con reservas y condenas por parte de la comunidad internacional, ¿permitirá establecer en Mauritania una verdadera democracia? Llevado a cabo sin derramamiento de (...)