Periódicamente, Washington es sede del mismo ritual. Se produce una vacante en el Tribunal Supremo, por la renuncia o el fallecimiento de uno de sus nueve miembros vitalicios. El presidente de Estados Unidos propone a su candidato. La Comisión de Asuntos Judiciales del Senado, cuya función es evaluar la idoneidad de los postulantes, organiza las audiencias públicas durante las cuales los senadores, una vez que les enfocan las cámaras, lanzan discursos rimbombantes antes de formular una o dos preguntas al candidato. Por lo general, éste se niega a responder las preguntas controvertidas, arguyendo que cualquier precisión por su parte podría comprometer su independencia judicial en los posteriores fallos. Los miembros de la Comisión votan sin embargo en su favor. El Senado hace lo mismo. Estados Unidos cuenta entonces con un nuevo juez, que durante décadas dictará sentencias decisivas para la sociedad estadounidense.
Salvo una o dos excepciones, es así como han (...)