No son las historias que se dirigen a su fin no revelado, sino la rebelión controlada, la lucidez aleatoria, el vívido sentido del testimonio. Ilumina el detalle minucioso lo escrito, no a través de la erudición, sino de la unión de personaje y peripecia. Sometida a la injusticia, la imaginación sigue dando vueltas, a pesar de su deseo de escapar. Siempre hay algo que añadir. Necesita que la creamos, pero la falibilidad, en ocasiones, es mera cuestión de estilo. Se atormenta su crónica en torno al hueco que ejerce su atracción sobre el resultado distante.
Sometida al olvido o al destierro, la literatura de Max Aub (París, 1903 – Ciudad de México, 1972) se resiste a nuestros vanos intentos de teorizar, en sí mismos una forma de simplificación. Entregado a su irracional conciencia, a sus meticulosos desórdenes (senti)mentales, el inquebrantable deseo de autonomía se cumple en las ingrávidas estructuras que reconfiguran (...)