Pasado el estupor de los atentados, cuando se disipan los sentimientos de indignación y de impotencia, y la pena se retrae sobre los allegados de las víctimas, subsiste una pregunta punzante. ¿Por qué en un contexto de paz, jóvenes franceses han podido atacar con semejante violencia a individuos elegidos por sus opiniones, su confesión religiosa o el uniforme que llevan?
De los asesinatos cometidos por Mohammed Merah en marzo de 2012 a los del 7, 8 y 9 de enero de 2015, reivindicados por los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly, pasando por el ataque al museo judío de Bélgica, el 24 de mayo de 2014, por el cual está acusado Mehdi Nemmouche, no menos de veintiocho personas han muerto bajo las balas de sus asesinos.
¿Qué sabemos de estos últimos? Aunque incompleta, la información recabada por la prensa permite hacerse una idea de sus trayectorias sociales. Primero, sufrieron intervenciones precoces y apremiantes (...)