Tras la profunda emoción suscitada por los atentados perpetrados en Francia por fundamentalistas islámicos –que causaron la muerte de diecisiete personas, la mitad de ellas pertenecientes a la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo– la política retomará sus derechos. Y es legítimo, pues la gravedad de la situación evidenciada por esos actos terroristas lleva, en primer lugar, a un análisis y luego a decisiones de carácter eminentemente político.
Por su amplitud y su fervor, sin precedentes desde la Liberación hace setenta años, las marchas de los días 10 y 11 de enero –cuatro millones de participantes en Francia y múltiples manifestaciones de solidaridad en el resto del mundo– han creado una especie de objeto político aún no identificado, que se sitúa, levitante, por encima del campo político. Nadie puede decir si perdurará o si, como una nube, se irá deshilachando progresivamente, o bien encontrará su traducción en estructuras de representación, los (...)