El servicio doméstico, la limpieza tradicional o el cuidado del necesitado, expresa ironía, ironía de una cuestión social difícil (¿servir?), incómoda (la igualdad de los sexos…) y políticamente provocadora. Su crítica parece problemática. El trabajo doméstico es un lado irreductible de la vida cotidiana de la especie humana, y la explotación de las mujeres, domésticas asalariadas o mujeres en la casa, sigue siendo invisible para muchos. La ironía habla tanto, pues, de la opacidad del problema como de una solución inhallable. La “cuestión” del servicio doméstico no permite una respuesta fácil, y su análisis no evita paradojas ni contradicciones.
Hoy, los caminos entrecruzados de la cuestión democrática y la vida privada son tema de actualidad: por un lado, un acontecimiento (la rebelión de una empleada de un gran hotel); por el otro, un debate, la utopía del servicio “a las personas”.
La irrupción de criadas en el espacio público es siempre una (...)