A finales de los años 1980, una calurosa mañana, asistí en una calle de mi pueblo a esta conversación. Un hombre peninsular (un foraster) le preguntó a un mallorquín de cierta edad: —Antes del turismo, ¿de qué vivíais? Por su tono, daba a entender que nuestra supervivencia le parecía puro milagro.
Del contrabando – repuso el aborigen, dando a entender que los de fuera jamás comprenderían muy bien cómo y de qué nos sustentamos aquí.
La anécdota no refleja toda la verdad, pero no resulta despreciable. Para orientarnos en la trama, quizá debamos situarnos frente a la costa mallorquina, al atardecer de un día cualquiera ntre 1900 y 1960, aunque también es posible que suceda poco antes o después de esta última fecha; en cualquier caso, con variantes relativas a un motor más o menos poderoso, y a una embarcación de mayor o menor tonelaje, la (...)