“Club de los países ricos”, “think tank neoliberal”, “paraíso de los poderosos”, “OTAN económica”, “especialista en pronósticos erróneos”, “brazo armado de la globalización”... Las fórmulas varían; la comprobación, no tanto. La reputación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) contrasta con la imagen que la institución desea proyectar: la de un “foro que permite a los gobiernos responder, de manera conjunta, a los desafíos económicos, sociales y ambientales producto de la interdependencia y la mundialización”, o la de una “fuente de datos comparativos, análisis y previsiones para sostener la cooperación multilateral”. Más allá de las simplificaciones, el funcionamiento de la organización es tan desconocido como su firma ineludible. ¿Acaso ésta no figura al pie de los numerosos palmarés y cuadros estadísticos publicados en la prensa cuando se trata de clasificar los resultados de los sistemas educativos, hacer un listado de paraísos fiscales o comparar las “legislaciones (...)
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LA ORGANIZACIÓN PARA LA COOPERACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICOS HA FESTEJADO SU CINCUENTENARIO
Investigación sobre una ciudadela del conformismo intelectual
Incansables promotores de la mundialización (y de su tríptico privatización-desregulación-liberalización), los expertos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) parecen olvidar en ocasiones el pasado keynesiano de su institución. Los muros del Château de la Muette, que los albergan desde hace cincuenta años, esconden una historia tan desconocida como inesperada.
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