Coincidamos o no con Ludwig Feuerbach en que, contrariamente a lo que afirma el Génesis, fue el hombre quien creó a Dios a su imagen y conveniencia, tendremos que admitir que las religiones son obra de individuos y como tal reflejo de sus intereses y quimeras, y que una vez aceptadas por la sociedad pasan a ser parte integrante de la misma.
Diarmaid MacCulloch, catedrático de Historia de la Iglesia en Oxford, analiza el devenir de la cristiandad en su doble acepción: los fieles y los territorios que profesan esta religión y de ahí su interés como análisis sociopolítico excepcional. Desgrana el proceso evolutivo fruto de las continuas interpretaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento y de las trifulcas cristológicas, discrepancias trinitarias, reformas y contrarreformas, y sobre todo de las luchas por el control del poder espiritual y terrenal cuyo resultado ha sido la fragmentación hasta alcanzar las más de 350 (...)