“Todo hombre es crédulo; un politécnico [graduado en la Escuela Politécnica] es un hombre; un politécnico es crédulo”. Sinónimo de crédulo: fácil de engañar.
¿Quiénes pasan por ser los menos ingenuos entre los hombres? Los políticos, que son profesionales de la picaresca, y los expertos, hábiles distinguiendo lo verdadero de lo falso. Y, entre los segundos, ¿quiénes son los menos soñadores, o los más fiables? Los economistas. ¿Y quién era el más serio de todos ellos, sino el primer ministro Raymond Barre, considerado “el mejor economista de Francia”? ¿Y el presidente Valéry Giscard d’Estaing, politécnico de una inteligencia por todos reconocida?
Ahora bien, resulta que dos charlatanes, desconocidos en el mundillo, pero acreditados por una elite proveniente de la Escuela Politécnica y de la Escuela de Minas, hicieron bailar durante tres años (1976-1978) a las más altas dignidades del Estado francés (y gastar, de paso, cientos de millones de francos).
Resumamos este increíble (...)