Después de un invierno que parecía eterno, asistimos al regreso de una resistencia mundial frente al capitalismo o, por lo menos, frente a su variante neoliberal. Hacía más de cuarenta años que no surgía con tanta fuerza un movimiento de este tipo a escala planetaria. Es verdad que en el curso de las últimas décadas, el mundo conoció revueltas esporádicas, breves episodios de protesta que perturbaron en distintos lugares la inexorable propagación de la ley del mercado. Nada comparable, sin embargo, a aquello de lo que hemos sido testigos en Europa, en Oriente Próximo y en el continente americano a partir de 2010.
Pero este resurgimiento ha sacado a la luz también los estragos producidos por el retroceso de los treinta últimos años: los recursos de los que disponen los trabajadores más débiles que nunca; las organizaciones de la izquierda (sindicatos, partidos políticos) vaciadas de su sustancia, cuando no convertidas en (...)