Esta mañana, el último inmigrante árabe –en realidad un bereber– acaba de abandonar el suelo francés. Tanto el Primer Ministro como el ministro del Interior se trasladaron para asistir a esta partida y expresar a Mohamed Lemmigri el agradecimiento de Francia. Mohamed no estaba ni emocionado ni enojado. Simplemente estaba contento de volver para siempre a su país natal. Recibió de regalo un camello de peluche y una pequeña bandera roja, azul y blanca de un lado y del otro roja con una estrella verde en el medio. La agitaba sin convicción delante de las cámaras de televisión y de los fotógrafos que insistían para que les diera una gran sonrisa. Él prorrumpió en risa y se puso la doble bandera en un bolsillo de su sobretodo viejo.
Francia respira. Ya no tiene que resolver problemas para los que no estaba preparada. Pasa una pesada página de su historia colonial. Hoy (...)