Una base importante para todas las éticas ha sido la regla de oro o principio de reciprocidad: trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti. Es más, hemos aprendido a ampliar nuestro horizonte ético. Un hito fue el movimiento ético-social de los años 1960 y 1970; el principio de reciprocidad debe aplicarse, por supuesto, más allá de las fronteras nacionales, y entre el Norte y el Sur.
Pero la regla de oro ya no puede tener solamente una dimensión horizontal. En otras palabras, un “nosotros” y un “los otros”. Debemos darnos cuenta de que el principio de reciprocidad también tiene una dimensión vertical: trata a la siguiente generación como habrías deseado que las generaciones anteriores te hubieran tratado.
Es tan simple como eso. Amarás a tu vecino como te amas a ti mismo. Esto debe incluir obviamente a tu próxima generación. Ha de incluir absolutamente a todo el (...)