Tres grandes crisis sacuden al mundo y no son temas fáciles de eludir: el gran pánico financiero iniciado a finales de 2008, el accidente nuclear de Fukushima que tuvo lugar el 11 de marzo de 2011 y la crisis de régimen en numerosos Estados árabes, donde el pueblo se subleva desde el 14 de enero de 2011.
A priori, sería poco razonable comparar estas crisis, ya que corresponden a terrenos muy diferentes. La primera, que parece producirse en un mundo virtual, afecta a cientos de miles de millones de dólares de moneda escritural evaporados; la segunda es producto de un grave accidente en una tecnología destinada a producir energía abundante; la tercera surge de una revuelta popular masiva contra dictaduras militarizadas. Tampoco sería honesto yuxtaponer simples catástrofes, una de las cuales sería consecuencia del “triunfo de la codicia”, y la otra, resultado de un desastre natural imprevisible, con sufrimientos que adquieren (...)