El fiasco de la segunda guerra del Líbano (verano de 2006) provocó una caída espectacular del prestigio del ejército israelí, similar a la que había provocado la guerra de octubre de 1973. Motivo de orgullo nacional hasta hace poco, aureolado con sus éxitos contra sus adversarios árabes, el ejército se ha convertido en el blanco de todas las críticas. El fracaso en el Líbano de soldados con reputación de invencibles, frente a unos pocos miles de combatientes irregulares de Hezbolá, provocó un rechazo popular hacia los altos mandos. Casi siempre movilizado para tareas policiales en los territorios palestinos ocupados, el ejército no fue preparado para la guerra, y su jefe, el general Dan Halutz, a quien se vaticinaba para el puesto de Primer Ministro, fue desautorizado y debió presentar su renuncia.
Por cierto, al lado de los generales y los coroneles que condujeron este conflicto improvisado, decidido tras dos horas de (...)