El número de exégetas de los textos bíblicos es infinito. Los Padres de la Iglesia griegos (Anastasio, Atanasio, Basilio…) y latinos (Ambrosio, Agustín, Benito, …) se pasaron media existencia hurgando en el sexo de los ángeles y en el misterio de la Trinidad. Dios ocupaba entonces el centro del Universo.
Llega Copérnico con su revolución y desde entonces el centro es el hombre. Blake, Buñuel, Borges, Pasolini y Saramago, entre otros y cada cual a su manera, ajustan sus comentarios en personajes que habitan en el libro sagrado de los cristianos, ese “catálogo de crueldades” que es la Biblia, para justificarlos o comprenderlos. Todos los autores consideran, con Jorge Luis Borges, que “suponer un error en las Escrituras es intolerable”. En su caso El Evangelio según Judas había de leerse como uno de los actos más misteriosos de la Redención. Judas es el único de los apóstoles que intuye la divinidad (...)