El presidente bielorruso Alexandre Lukashenko, a quien la operación militar rusa de febrero de 2014 en Crimea le cogió desprevenido, ha apostado finalmente por una neutralidad ambigua con respecto a las partes en conflicto. Vacila entre el reconocimiento implícito de la anexión de ese territorio por parte de Moscú y su voluntad de no degradar sus relaciones con Ucrania, tercer socio comercial de su país.
El 24 de marzo de 2014 afirmaba que “[la] incorporación [de Crimea] a Rusia era lamentable debido al precedente así creado de cuestionamiento de la integridad territorial de Ucrania y de las garantías de seguridad ofrecidas por el memorándum de Budapest de 1994” (1). No obstante, en marzo de 2014, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bielorrusia votaba en contra de una resolución que retomaba estas críticas, incluso aunque el texto no preveía ninguna sanción contra Rusia.
A pesar de que Lukashenko no haya escatimado (...)