Al menos en un punto, el nuevo Primer Ministro griego y sus interlocutores de Bruselas están de acuerdo: Grecia se parece a un dominó en equilibrio precario. Para los segundos, la perspectiva de su oscilación suscitaba hasta hace poco imágenes de debacle financiera. Desde la victoria de Alexis Tsipras en las elecciones de enero, los alarma otro escenario de contagio: el de una propagación de la idea de que la austeridad no funciona. Esto es, precisamente, lo que espera Atenas.
¿Cuál sería entonces la próxima pieza en caer? Casi sin demora, las miradas se dirigieron hacia esos países que los mercados financieros habían asociado elegantemente con Grecia para formar el acrónimo inglés “PIGS” (“cerdos”): la España de Podemos, por supuesto, pero también Irlanda y Portugal, dos países de la periferia europea que, al igual que Grecia, fueron objeto de planes de “rescate” que les impusieron programas de ajustes. Dos países en (...)