La novela gráfica autobiográfica se ha ido popularizando por razones que esta que ahora nos ocupa ejemplifica a la perfección. Primero, por el asentamiento de las convenciones de un genero cuya realización exige tener buen oficio y sensibilidad. Y segundo, porque muchos problemas personales son al final también sociales. Así, una narración honesta de los mismos siempre acaba por encontrar sentido a ojos de un lector consciente. Y cuando decimos honesta, queremos decir valiente, pues hay que serlo para exponerse del modo en que lo hace Meritxell Bosch, con sus miserias y detalles íntimos.
Pero no es este un cómic basado en la morbosidad o los tópicos que rodean a los trastornos alimentarios. De hecho, la autora se encarga de romper con los mismos cuando centra el origen de su problemas psicológicos en la familia, en la relación con sus padres y en un tipo de educación ajena a los afectos (...)