El incidente no pasó inadvertido. Durante la reunión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del 27 de marzo pasado, destinada a condenar la anexión de Crimea por parte de Moscú, el representante israelí brilló por su ausencia. En detrimento de Estados Unidos, Tel Aviv se abstuvo de votar una resolución que llamaba a no reconocer la incorporación de la península a la Federación Rusa. Este episodio vino a confirmar la complejidad de las relaciones entre Israel y Rusia. Ya que, a pesar de sus divergencias sobre la cuestión siria y sus diferencias siempre sustanciales sobre la cuestión nuclear iraní, estos dos países mantienen un diálogo constructivo.
Presentándose cada vez más como una ciudadela asediada en la escena de Oriente Próximo, Israel es consciente del desgaste de la influencia estadounidense en la región que, indirectamente, favorece la del Kremlin. El conflicto sirio consagró el regreso (...)