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De Panamá a Nicaragua, obras públicas faraónicas

Fiebre de canales en América Central

Un siglo después de su inauguración, el Canal de Panamá ha ampliado sus esclusas para poder absorber un tráfico marítimo cada vez más denso. ¿Esta bisagra estratégica entre el Atlántico y el Pacífico seguirá siendo el único paso interoceánico aunque se multipliquen proyectos competidores?

por François Musseau, septiembre de 2014

“¡Cuidado, puede chocar!, grita el capitán al responsable de las “mulas”, los remolcadores sobre rieles que aseguran el avance de los barcos sin que estos choquen contra los bordes de la esclusa. El portacontenedores, cargado de material electrónico proveniente del Sudeste Asiático, pasa sin dificultad a unos diez centímetros de los límites de la cámara, bajo la mirada atónita de turistas estadounidenses. “Todos los días tenemos sustos de este tipo”, suspira Judith Ríos, técnica a cargo de las operaciones. “La anchura es insuficiente para los nuevos tamaños”. El barco parte de nuevo. Con una media de ocho horas en total, todavía le faltan tres horas más para llegar al Atlántico. Debido a los obstáculos, cada vez más frecuentes, atravesar el canal supera con frecuencia las diez horas.

Estamos en Pedro Miguel, República de Panamá, a unos sesenta kilómetros de la capital del país. Las esclusas funcionan desde hace exactamente un siglo: (...)

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