Hace unos veinticinco años, andaba yo a la pesquisa de grandes escritores para configurar el jurado del premio Juan Rulfo, me vino a la mente el nombre de José Saramago, cuyos libros Memorial del convento, Levantado del suelo y La vida de Ricardo Reis había leído con sumo entusiasmo. Conseguí su teléfono por Carmen Balcells, nuestra agente literaria, y ni corto ni perezoso le llamé. Me contestó una voz alegre y cálida:
— José no se encuentra, pero déjeme su nombre y su teléfono.
— Mire, usted no me conoce, pero mi nombre es Ramón Chao.
— ¡Hombre, Ramón! ¿Cómo no te voy a conocer? También conocemos a tu hijo Manu. En esta casa lo escuchamos todos los días. Soy Pilar del Río...
Pilar, claro; yo había ido a Santa Cruz de Tenerife entre diciembre de 1973 y enero de 1974, enviado por Triunfo, (...)