Quienquiera que se atreva a vilipendiar los privilegios de la oligarquía, la venalidad creciente de las clases dirigentes, los regalos hechos a los bancos, el librecomercio o la reducción de los salarios so pretexto de la competencia internacional es acusado de “populista”. Y, por añadidura, de “hacerle el juego a la extrema derecha”.
Así, cuando la justicia de Nueva York se niega a conceder un tratamiento especial al director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) acusado de violación en un hotel de lujo de Manhattan, un analista afín a la casta dirigente francesa, política y mediática, se mostraba ofuscado con la “violencia de una justicia igualitaria”… Y añadía, casi mecánicamente: “La única certeza es que los sentimientos antielitistas alimentados por este escándalo van a aumentar las posibilidades del Frente Nacional de Marine Le Pen en las próximas elecciones”.
Proteger a las “elites” y a sus políticos de una eventual muchedumbre de mendigos (...)