Cuando el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero llegó al gobierno en marzo de 2004, un solo tema ecológico dividía a los mayores partidos: el trasvase del Ebro. En otros temas, como el aumento de emisiones de dióxido de carbono más allá del límite que la Unión Europea nos había concedido bajo el protocolo de Kioto, o como la política del suelo (cuanto más urbanizable, mejor), no había mayores diferencias. El PSOE continuaba con la moratoria nuclear que la opinión pública había impuesto en 1980, pero empezaba a vacilar.
Dentro del PSOE, la ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona se ganaba el aprecio de los ecologistas con sus (frustrados) intentos de reforma fiscal ambiental. Zapatero, por el contrario, junto con Pedro Solbes, boicoteó esa reforma fiscal (que podría haber ayudado a parar a tiempo el boom inmobiliario), impulsó ese “aquelarre” (como le llamó el economista José Manuel Naredo en 2004) que (...)