Si bien el Estado no demostraba gran preocupación por el islam en décadas pasadas, a partir de los años 1980 comenzó a considerarlo un problema público. Desde entonces, desde Pierre Joxe hasta Bernard Cazeneuve, casi todos los ministros del Interior franceses han coincidido en la necesidad de actuar ante la emergencia de un “islam francés”.
Por un lado, los sucesivos Gobiernos llevaron a cabo diversas actuaciones para intentar mejorar las condiciones del ejercicio del culto musulmán y garantizar la igualdad de tratamiento de religiones y ciudadanos: acompañamiento de los proyectos de grandes mezquitas, gestión de los flujos en los mataderos para el Aid al Adha [Fiesta del Sacrificio], aumento del número de capellanes musulmanes en las prisiones, en el Ejército y en los hospitales, posibilidad de disponer de platos halal para los militares, etc. No obstante, al mismo tiempo quisieron circunscribir esta religión que les preocupaba cada vez más debido a (...)