Tras una pantalla, un militar pilota un dron. A miles de kilómetros de la zona de operaciones, abre fuego sobre individuos en el suelo. Esta escena ya habitual tiene lugar en Irak, Yemen o en África en el marco de la lucha contra Al Qaeda en el Magreb Islámico y contra Boko Haram.
¿Cómo detectar al enemigo? Los militares ya no apuntan a un individuo identificado por la inteligencia humana, sino a un estereotipo comportamental: una estructura de datos que define un comportamiento anormal. Si los analistas lo consideran peligroso, pueden contemplar su “neutralización”. A menudo, su identidad no se conoce antes de su ejecución. Lo que importa, ante todo, es la recopilación de pistas y datos en masa susceptibles de conformar una “firma” comportamental: ¿Qué hace? ¿Con quién se ve diariamente? ¿A qué lugares va? A continuación, programas informáticos diseñan perfiles y aíslan aquellos que se desvían de la norma.
La (...)