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En Lisboa, a espaldas de los pueblos

Resurrección de la ‘Constitución’ europea

Europa y la participación popular nunca fueron de la mano. Al optar por la ratificación parlamentaria de un tratado prácticamente idéntico al que había sido rechazado por referéndum en 2005, Nicolas Sarkozy acrecienta la fractura entre los ciudadanos y el aparato institucional de la Unión Europea. Un aparato que produce constantemente políticas neoliberales que los Gobiernos imputan felizmente a una "Europa" cuya legitimidad se ve así minada.

por Bernard Cassen, diciembre de 2007

La firma del Tratado de Lisboa, el 13 de diciembre de 2007, por los Gobiernos de los veintisiete Estados miembro de la Unión Europea, pone punto final al periodo de “reflexión”, así llamado eufemísticamente, que siguió al rechazo del Tratado Constitucional Europeo (TCE) por los referendos francés y holandés de la primavera de 2005. Este tratado, al mismo tiempo que reorganiza las superestructuras institucionales de la Unión, afianza su naturaleza profundamente neoliberal y, como una cosa sin duda explica la otra, ha sido calibrado para precaverse, según la jerga de Bruselas, contra cualquier “accidente” de ratificación. Traducción: no debe ser sometido a la aprobación de los pueblos, a los cuales nunca se les habrá hecho saber tan abiertamente su condición de intrusos y de indeseables en la construcción europea.

El nuevo texto, denominado por antífrasis “tratado simplificado” o “mini tratado” por Nicolas Sarkozy durante su campaña presidencial, y ahora titulado “Tratado (...)

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