¿Para cuándo el siguiente G que venga a añadirse a una lista ya bien repleta, y que va, a fecha de hoy, del G-2 al G-192 si incluimos la Asamblea General de Naciones Unidas? Esta proliferación es reciente. En efecto, tras la desaparición de la Unión Soviética los únicos reagrupamientos claramente visibles, y que recibieron este prefijo por comodidad mediática, eran, por un lado, el G-77 y, por otro, el G-7 convertido en G-8. Sobre el papel, todo era mucho más sencillo: frente al grupo de los numerosos países denominados en vías de desarrollo se hallaba el compuesto por unos cuantos Estados que, bajo la autoridad de Washington y de su brazo armado –la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)–, decidían los asuntos mundiales, sin otro mandato que el que ellos mismos se otorgaban.
El G-8, guardián de un orden económico que se confunde con los intereses de las grandes (...)