En el mundo árabe, la conmoción económica planetaria se conjuga con una crisis de legitimidad, latente desde hace décadas. Que se la observe a través del prisma del neocolonialismo, de una democratización insuficiente, o de un conflicto cultural y religioso, esta crisis se ha resistido a toda tentativa de solución, ya estuviera ésta encaminada por actores bien intencionados, ya por gobernantes brutales. Esta ausencia de legitimidad se ha traducido en un conjunto de desigualdades, de verdaderos abismos, podría decirse, entre gobernantes y gobernados, entre laicos y fundamentalistas religiosos, entre poblaciones pobres y elites. Y en una atmósfera de marasmo económico, ello puede desembocar fácilmente en una serie de explosiones imprevisibles y peligrosas.
Para tratar de evitarlas, es necesario recordar algunas lecciones de la historia. Bajo la bandera de “nacionalismo árabe”, término que definió –y estimuló– una cantidad de movimientos y de actores que transformaron la región, tuvieron lugar muchos episodios de (...)