- ANÓNIMO. – Mujer reconfortando a la iniciada (detalle), 60-50 a. de C.
“Información sobre el coronavirus: protejámonos los unos a los otros”. La orden, que evoca un precepto bíblico y, a la vez, un eslogan de una aseguradora, parece proceder de una verdad evidente, de esas palabras repletas de una sensatez espontánea incuestionable. En efecto, parece difícil mermarla con un “¿por qué?” intempestivo. ¿Quién puede oponerse a esta atrayente incitación, ya que no acatarla implica poner en peligro a los demás? Solo queda determinar qué consignas habrá que seguir para protegerse los unos a los otros: si se puede discutir sobre un dispositivo u otro, la afirmación inicial es evidente. Ahora bien, como ocurre con mucha frecuencia con las verdades evidentes, este mandamiento no tiene nada de natural: procede de la construcción de un conjunto de valores (...)