Una de las consecuencias de la maltrecha primavera árabe ha sido que la cuestión palestina haya pasado a segundo plano. Un cómodo segundo plano para Occidente menos obligado a mostrar su ineficaz compasión por el pueblo palestino, cómodo para los países de Oriente Próximo liberados de disimular su hartazgo por un problema a sus puertas del que responsabilizan, en parte, a los palestinos desde su negativa a aceptar en 1967 la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y cómodo, sobre todo, para Israel que se siente más libre para proseguir con impunidad sus tropelías invasoras en Cisjordania; cómodo para todos menos para los palestinos que ven mermar día a día sus derechos, territorios y posibilidades de resolver con dignidad el terrible problema que les crearon.
El ensayo que Edward Said escribió en 1979 presenta la versión palestina de esa historia. Explica con lucidez el origen y la evolución (...)