“Esto es inaceptable, señor presidente. Me niego a que sigamos adelante si no se cambia el documento que acaba de presentarnos como base de trabajo”. La frase fue pronunciada en Praga, en 2002, al final de un foro económico internacional sobre la gestión del agua en Eurasia. El representante de Azerbaiyán acababa de descubrir que en el mapa del Cáucaso utilizado, el trazado de las fronteras permitía pensar que el Alto Karabaj –objeto de una guerra sangrienta entre azeríes y armenios– dependía de Armenia. Como Bakú lo considera territorio ocupado, parte integral de Azerbaiyán, estima ilegítima toda representación que contradiga ese punto de vista.
La cosa hubiera podido quedar allí. El presidente de la sesión propuso incluso interrumpir brevemente la conferencia hasta que se retirara el mapa cuestionado. Pero no contaba con la fulgurante respuesta de la parte adversa: la representación armenia se negó a que se introdujera el más mínimo (...)