A finales de la década de los noventa, numerosos grupos extranjeros, a menudo franceses, compraron las principales empresas belgas en operaciones de varios miles de millones de euros.
Ejemplos notables: el Banco Bruxelles Lambert (BBL) pasó a manos del holandés ING; la compañía de seguros Royale Belge, fue adquirida por AXA y la cementera CBR por el alemán Heidelberger; Total compró el grupo petrolero Petrofina, mientras que el grupo energético Tractebel –que controlaba prácticamente toda la energía belga por medio de Electrabel y Distrigaz– fue adquirido por su accionista Suez, etc. “Todos los belgas conocen esas empresas por haber sido sus clientes o sus empleados, por haber visto su publicidad o sus logotipos” escribieron los periodistas Béatrice Delvaux y Stefaan Michielsen.
El elemento que desencadenó esa serie de OPA (oferta pública de adquisición) se encuentra en “el caso de la Generale”. En 1988, la Société Générale de Belgique (SGB) controlaba gran parte (...)