Un anillo de 27 kilómetros de circunferencia, el “Gran Colisionador de Hadrones”, sepultado a 100 metros de profundidad entre Francia y Suiza, es la gran realización de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) con sede en Ginebra. Conocido por sus siglas en inglés, el LHC (Large Hadron Collider) fue puesto en marcha el pasado 10 de septiembre. Será el marco de una de las más fascinantes aventuras de la historia científica universal, puesto que su objetivo consiste nada menos que en resolver el misterio de la creación del universo y del origen de la materia. Si los resultados se concretan en los próximos años, su influencia no sólo científica, sino cultural, filosófica y religiosa será inmensa.
Tampoco será despreciable su influencia política pues el proyecto del CERN –que reúne a veinte Estados europeos y, en calidad de observadores, a Japón, la India, Rusia, Canadá, China e inclusive Estados (...)