A pesar del caos que ha sembrado en los mercados internacionales, la saga GameStop no se reduce a una historia de inversores individuales humillando a un puñado de arrogantes fondos de inversión. Se trata más bien de una prolongación imprevisible del asalto al Capitolio, en Washington, el pasado 6 de enero. Ambos acontecimientos han tenido como protagonistas a una horda de adictos a las redes sociales que asedian a las instituciones más sagradas de un establishment al que desprecian profundamente.
Sin embargo, mientras una condena unánime cae sobre los amotinados de Washington, a los cruzados anti Wall Street les está yendo bastante mejor. Al defender las acciones de empresas cotizadas en dificultades frente a la codicia de los fondos de inversión, estos revolucionarios de sótano con bandana se han granjeado incluso la simpatía de ambos frentes del espectro político.
Para la contracultura digital, la principal lección que se debe extraer de estas (...)