Tengo un amigo que se llama Rostia Kunovsky. Es checo de nacimiento y vive en París. Es pintor. Lo conozco hace más de veinticinco años y desde entonces he venido siguiendo su trabajo. Tanto su visión como su práctica pictórica son originales y continuas. Hay una o dos personas que de cuando en cuando le compran un cuadro, pero nunca ha habido nadie que quisiera promocionar su obra.
Alguna vez la prensa habla de mí diciendo que soy una de las voces más influyentes hoy en el mundo de las artes visuales. Y, sin embargo, no he sido capaz por el momento de convencer a ningún galerista ni a ningún comisario de exposiciones para que hicieran algo con la obra de Kunovsky. Mi voz no cuenta en los circuitos en los que se mueven los inversores y los promotores artísticos. Amén.
Me propongo escribir ahora sobre una exposición de sus últimas obras. (...)