“Ningún país en el mundo aceptaría que misiles lanzados desde el exterior de sus fronteras llovieran sobre sus ciudadanos”. Al emitir este juicio de sentido común, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no pensaba en los palestinos de Gaza, presas impotentes de las bombas o misiles israelíes lanzados a veces por aviones F-16 o por helicópteros Apache de fabricación estadounidense.
Desde hace años, los mismos vicios marcan el ritmo, con una regularidad obsesiva, del relato de los acontecimientos en Palestina. En primer lugar, se repite insistentemente una historia dudosa según la cual el “terrorismo” de los sitiados justifica forzosamente la “respuesta” de los sitiadores. Luego, se le otorga la impunidad a un beligerante dotado de una superioridad militar aplastante que se presenta como víctima justo antes de desencadenar una nueva escalada armada. Por último, se hace valer la naturaleza democrática de Israel, cuyo Gobierno incluye, sin embargo, una extrema derecha (...)