Se respira otro aire en las calles y plazas de Bogotá. Un aire perfumado de esperanzas, y ya no aquel –plomizo, infausto, medroso– de la violencia eterna y del conflicto interminable. La guerra en Colombia es una de las más viejas del mundo, comenzó (o se intensificó) cuando la oligarquía asesinó, el 9 de abril de 1948, a Jorge Eliécer Gaitán, un líder social inmensamente popular que reclamaba justicia social, incluyendo reforma del sistema financiero y reforma agraria. Desde entonces, el número de víctimas mortales se calcula en centenares de miles… Hoy, en un subcontinente ampliamente pacificado, este conflicto –la última guerra de guerrillas de América Latina– aparece como un vestigio de otra época.
Viajando por el país y conversando con diplomáticos, intelectuales, trabajadores sociales, periodistas, académicos o moradores de barriadas humildes se deduce que, esta vez, la cosa va en serio. Algo parece moverse de verdad desde que el presidente (...)