En noviembre de 2020, mientras gran parte del mundo seguía con máxima atención la carrera presidencial entre Joseph Biden y Donald Trump, los estadounidenses, por su lado, tenían claro que las diferentes elecciones (Congreso, condados, referendos, etc.) que se celebraban al mismo tiempo en cada uno de los cincuenta estados de la federación para determinar la orientación del poder local tenían una importancia política de igual relevancia. Cuando existe división entre las instituciones nacionales –es decir, que no es un mismo partido el que controla la Cámara de Representantes, el Senado y la presidencia–, como ocurre desde hace varios años, la maquinaria legislativa federal se bloquea: es difícil, por no decir imposible, aprobar leyes sobre asuntos que dividen a demócratas y republicanos. En esa circunstancia, los estados pasan a llenar el vacío dejado por Washington –por lo menos en los temas que no entran en el ámbito de la defensa (...)
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Normativas locales contra legislación federal
Estados desunidos de América
Derrotados en la carrera hacia la Casa Blanca, los republicanos tuvieron, con todo, un motivo de alegría el pasado 3 de noviembre: gracias a los buenos resultados obtenidos en las elecciones para las cámaras legislativas de los estados, han reforzado su presencia. Un éxito que dista mucho de ser anecdótico en un país que, en virtud del federalismo, otorga un gran margen de maniobra al poder local.
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