“El infierno, válgame Dios, es un tremendo estimulante”.
1921. Inaugurada dos años antes, la Conferencia de Paz ha redibujado Europa; París parece la capital artística del mundo. La Gran Guerra ha masacrado a diez millones de soldados y la gripe “española” provoca cincuenta millones de víctimas. “¡Nunca más!”. La vida humana ya no vale gran cosa, los viejos valores se han derrumbado. Los estadounidenses han hecho su aparición en la escena internacional, la Revolución de Octubre ha abierto un nuevo horizonte y presagia la polarización de los antagonismos. El horror de las trincheras alumbra paradójicamente una explosión de fiesta y creatividad.
En la Francia del surrealismo y del dadaísmo, el neurasténico presidente Paul Deschanel acaba de dimitir y el Partido Comunista celebra su primer congreso. En el Estados Unidos de la ley seca, al presidente Warren G. Harding le salpican numerosos escándalos; tras un telón de fondo de huelgas y atentados, un (...)