Los altos funcionarios chinos de Naciones Unidas se cuentan con los dedos de una mano. Sin embargo, puestos de responsabilidad no faltan”. Estamos en 2005. Wang Jingzhang, un diplomático chino actualmente jubilado, durante muchos años secretario del Comité de Sanciones para Irak, se queja en la prensa de su país. La pequeña cohorte de funcionarios enviados por Pekín a Nueva York se compone, fundamentalmente, de traductores y redactores. Los no-lingüistas “trabajan dispersos en diversos servicios técnicos o generales”. Según él, de las ocho direcciones de la Secretaría General de las Naciones Unidas (ONU), solo el Departamento de la Asamblea General y de Gestión de Conferencias, responsable de gestionar las grandes reuniones, queda a veces en manos de un funcionario chino, que puede acceder al rango de secretario general adjunto. Los chinos tienen la impresión de ser irrelevantes.
Quince años más tarde, el escenario ha cambiado sensiblemente: varios de ellos ocupan puestos (...)