“En ninguna parte, la globalización procede a igualar las oportunidades y las economías. Al contrario, en todas partes profundiza y polariza las diferencias (...). Todas las formas tradicionales de organización social han sido derrotadas por la apisonadora de la economía aculturalizante. Las comunidades de solidaridad de base se disolvían a medida que el mercado extendía su control sobre todas las esferas de la organización social inmiscuyéndose en la vida cotidiana de la población. La cuestión social, alimentada por la miseria cultural y por desigualdades nunca antes vistas, se tornó candente.
En medio de ese contexto, África se ve obligada a reaccionar y a comenzar a contar sobre todo con sus propias fuerzas. En realidad, la lucha para mantener un cierto modo de vida no deja mucho espacio a solidaridades de tipo internacional. Esas fuentes de solidaridad habrán de extinguirse a causa de las amenazas que existen sobre el nivel de vida (...)