Poco antes de presentar la primera candidatura ecologista a la presidencia de la República francesa en 1974, el agrónomo René Dumont expuso en las columnas de Le Monde diplomatique la cuestión que debía zanjar la ecología política. Podemos, escribía, intentar despertar las conciencias de los responsables, pero “un florecimiento tan magnífico de ‘hombres nuevos’ en un régimen capitalista nos parece escasamente probable. El cristianismo lleva dos mil años intentándolo y ha fracasado: sigue aconsejando la bondad a los ricos egoístas, en lugar de predicar la rebelión a los pobres, una cruzada contra las cajas fuertes”.
La lucha encarnada por Dumont se inscribía de entrada en una perspectiva pacifista e internacionalista. La de un cambio de sistema del que los pueblos del Sur serían los artífices. En los últimos estertores de la descolonización, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de junio de 1972 inscribió la “planificación racional”, el (...)