Al expresar su hostilidad hacia la Venezuela “bolivariana”, el diario español El País raramente establece matices. Pero a veces se supera a sí mismo: “Caracas es una ciudad sangrante. De sus edificios brotan ríos de sangre, de sus montañas brotan ríos de sangre, de sus casas brotan ríos de sangre (…)”.
Los habitantes de la capital a quienes sometemos esta prosa estallan de risa golpeándose la sien con la punta del dedo índice. No obstante, sobre este tema candente, y en grados diversos, todos constatan lo mismo: “Tenemos un problema muy serio” (Tulio Jiménez, presidente de la comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional); “Allá, bajo el puente, mi esposa fue atacada dos veces en dos años” (un brasileño del Movimiento de los Sin Tierra [MST] enviado a Venezuela); “Para la gente que vive en los ‘barrios’, la violencia es parte del pan cotidiano” (un habitante de la inmensa (...)