La extensión a Europa del sistema nacional estadounidense de defensa antimisiles ha tenido un papel evidente en el agravamiento continuo de la tensión entre Rusia y Occidente en 2007. Washington obtuvo el consentimiento del gobierno polaco para la instalación de baterías de interceptores de misiles en el norte del país, mientras el poder ejecutivo checo aceptaba la construcción de un radar de alerta avanzado en Jince, cerca de la frontera alemana. El argumento invocado fue la seguridad de Estados Unidos y de Europa ante una “amenaza balística” iraní.
En esos lugares, las poblaciones involucradas siguen siendo mayoritariamente escépticas. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por su parte, aparece superada por esta iniciativa bilateral estadounidense que deja a un lado sus propios proyectos de defensa antimisiles pacientemente negociados. La Unión Europea no interviene. Sólo Rusia parece perturbar los proyectos en curso. Las declaraciones de los dirigentes políticos y militares rusos, (...)