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Servicios secretos

Antes de ‘Oficina de infiltrados’

por Philippe Leymarie, febrero de 2023

“El espionaje es un oficio infame”: la sentencia, inapelable, es del diccionario de la Academia Francesa de 1798. Olivier Brun y Jérôme Poirot, que así nos lo recuerdan en su Le Renseignement français en 100 dates (1), insisten en que la cultura francesa desprecia los servicios de inteligencia. Algo de lo que ya en su tiempo se mofaba Federico II de Prusia: “Al señor mariscal de Soubise le siguen cien cocineros; a mí me preceden cien espías”. En una novedosa aproximación a la disciplina, los autores ofrecen, a lo largo de un centenar de entradas, un viaje en el tiempo que se remonta hasta la Guerra de las Galias, ganada por un Julio César que ya utilizaba batidores, informadores o infiltrados. Los romanos también practicaban la “guerra psicológica”, como era por ejemplo filtrar información falsa.

Casi dos mil años después, en 1793, en Francia un decreto castigó el espionaje. Pero a principios del siglo XIX, el temido Joseph Fouché instituyó el primer boletín diario de policía, para uso del emperador. Y en 1811 se encomendó a “comisarios especiales” la tarea de vigilar con especial atención “el espíritu público de los habitantes”, el gremio de libreros y las asociaciones, los extranjeros, y muchos más. En 1899, después de que el caso Dreyfus deshonrara a los servicios de inteligencia, entonces esencialmente militares, se confió un Contrôle Général de la Surveillance du Territoire (Control General de la Vigilancia del Territorio) al Ministerio de Interior, que recuperaba así el control del contraespionaje: un episodio más en la “gresquilla” (siempre actual) entre policías y servicios, que gira en torno al reparto de responsabilidades y tareas entre civiles y militares, entre funcionarios locales y nacionales, y un largo etcétera.

Nunca en la historia han sido tantos los agentes y espías de toda condición: se dice que hay más de un millón de ellos en el mundo. L’Atlas secret du renseignement (‘El Atlas Secreto de los Servicios de Inteligencia’), con sus mapas, infografías e imágenes inéditas (2), permite orientarse en el laberinto de los servicios secretos franceses, así como en el funcionamiento de las grandes “centrales” extranjeras; también arroja luz sobre la geo­política inmediata (puntos calientes, zonas de influencia, redes...), y los desafíos de la guerra subterránea de la información (zonas prohibidas, ejércitos secretos, muros fronterizos, nidos de espías); por último, informa sobre el método (la orientación de la investigación, la recogida, la clasificación y el registro de la información, su difusión), y las misiones (clandestinidad, bases secretas, infiltración y exfiltración).

¿Qué harían los Estados y qué sería de los ejércitos sin la ayuda de la inteligencia, que aleja el tan temido riesgo de “sorpresa estratégica”? La impresionante panorámica de dos siglos de intervenciones del Ejército francés realizada por un equipo de historiadores especialistas no deja lugar a dudas, incluso cuando la operación acaba en desastre (3). Desde principios de la década de 1930, por ejemplo, los servicios franceses habían anticipado acertadamente el rearme del perdedor de la guerra; pero fueron los políticos quienes no escucharon sus advertencias, más bien los de ­izquierdas, que sospechaban que los militares –más bien de derechas– estaban obsesionados con el ­“revanchismo” alemán y exageraban la amenaza para conseguir presupuestos favorables. Hay quien sostiene que esta creencia contribuyó a “alimentar el espíritu transigente de Daladier en Múnich [en un momento en que] Francia y Checoslovaquia tenían la fuerza de su lado”.

La serie de humillaciones sufridas por los franceses en 1991 durante la Guerra del Golfo condujo a la creación de la Dirección de Inteligencia Militar (DRM, por sus siglas en francés), que se ha convertido en una herramienta imprescindible. Inflexions, una revista de ciencias sociales publicada por el Ejército francés, ha dedicado un número especial al “secreto” (4), “necesario y legítimo” según el general Benoît Puga, que estuvo al mando de la DRM a finales de la década de 2000: ahí se explica cómo construirlo y preservarlo. El número trata tanto de los “documentos clasificados” como de los múltiples “secretos profesionales”, incluso entre miembros del clero, y también de diplomacia, de libertad y hasta de ficción.

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(1) Olivier Brun, Jérôme Poirot, Le Renseignement français en 100 dates, Perrin, París, 2022, 337 páginas, 19 euros.

(2) L’Atlas secret du renseignement, Gründ/TOE-The Oligarchs Editions, París/Saint-Denis, 2022, 215 páginas, 32,95 euros.

(3) L’armée française: deux siècles d’engagement, dirigido por Jean Lopez, Perrin/Guerres et Histoire, París, 2022, 296 páginas, 35 euros.

(4) Inflexions, n.° 47, París, 2021, 201 páginas, 13 euros.

Philippe Leymarie

Periodista.

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