En 1888 tuvo lugar la pandemia de la “gripe rusa”. Treinta años después, en 1918, llegó la conocida con el sobrenombre de “gripe española”. Entre ambas fechas, en 1893, el artista noruego Edvard Munch concluyó su obra maestra, El grito. Munch escribió sobre su inspiración para crearla: “Una tarde estaba paseando. La ciudad estaba de un costado y el fiordo del otro. Me sentí enfermo y cansado. Me detuve y miré hacia el fiordo –el sol caía y las nubes enrojecían en sangre–. Presentí un grito corriendo por la naturaleza; y luego escuché un grito”.
La pandemia de la covid-19, como todas las pandemias anteriores y futuras, se recordará personalmente, no colectivamente; no como un desastre histórico, sino en millones de tragedias privadas y discretas. El grito de Munch es ejemplo de ese sufrimiento colectivo en una experiencia individual. En este sentido, el Estado, como garante de los derechos humanos, debe (...)