“La idea de que el libre comercio beneficia siempre y a todos es una falacia o una ingenuidad más cercana a la religión que a la ciencia”. En 2006, Rafael Correa, por entonces candidato a la presidencia de Ecuador, no se andaba con rodeos: nunca iba firmar un tratado de libre comercio (TLC). Ocho años después, el 12 de diciembre de 2014, su gobierno firma uno con la Unión Europea. ¿Cambio de bando? Quizás. Pero, ¿traición?
En la noche del 31 de diciembre de 2014 expiraba el tratado que autorizaba a Quito a beneficiarse del Sistema de Preferencias Generalizadas (SPG+) de la Unión Europea. Este dispositivo de reducción de las barreras aduaneras se aplicaba a cerca de 6.500 productos, es decir, el 60% de la suma de las exportaciones de Ecuador hacia Europa (para un total de 2.500 millones de euros en 2013).
Entre estos productos, la banana, que representa el 30% (...)