El 28 de febrero de 2020, Bernie Sanders, un socialista, tenía esperanzas de convertirse en presidente de Estados Unidos. Era el favorito en la carrera para la investidura demócrata y disponía de importantes reservas de militantes motivados en todos los estados. Frente a él, el antiguo vicepresidente Joseph Biden acumulaba desaciertos, no suscitaba el menor entusiasmo y andaba justo de dinero.
Veinticuatro horas más tarde, el tren de la radicalidad progresista descarrilaba en Carolina del Sur. Al situarse muy por detrás de Biden (48,8%), Sanders (19,9%) sufrió una derrota decisiva, en gran medida imputable al voto del electorado negro en favor de su competidor. Poco después, el resto de los candidatos demócratas moderados y conservadores desistieron en beneficio del actual presidente.
El año que viene, las primeras primarias demócratas se celebrarán en Carolina del Sur y no en Nuevo Hampshire, donde en el pasado tropezaron muchos favoritos. Biden, que fue quien reclamó (...)